miércoles, 20 de octubre de 2010

CAPITULO IV

Él le dijo: “Amarás a YHWH, tu Elohim, con todo tu corazón,
Con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el mayor y el primer mandamiento.
El segundo es semejante a este: “Amarás a tu prójimo
Como a ti mismo”
De estos dos mandamientos penden toda la Torah y los profetas.

                             Mateo 22:37-40
   
IV

 Al día siguiente, dejándome un montón de instrucciones y al cuidado de tu casa, partiste hacia Atenas para encontrarte con Timoteo, discípulo de Shaúl y colaborador incondicional de la causa, quien te pondría al tanto de las últimas novedades.
Deseosa de comenzar a contribuir en la congregación, fui en compañía de Persis y un hermano llamado Rufo, que nos servía de guía, a la casa de un escultor que me daría el torno para hacer artesanías en barro y venderlas en el mercado que estaba muy cerca del puerto. Estaba asombrada por los hermosos jardines que había en Cencrea, adornados con imponentes estatuas de sus dioses y de héroes deificados, que la gente rodeaba con hermosas flores. Había muchos santuarios dedicados a deidades paganas, la ciudad estaba enteramente entregada a la idolatría, la gente se reunía en las plazas a escuchar a los sabios y discutir sobre la justicia, el amor, o la razón; eran orgullosos creyentes en las teorías humanas y exponentes de los falsos sistemas de culto. Rufo nos advertía que había lugares donde no teníamos que acercarnos, como las tabernas o las casas donde las mujeres, llamadas  hetairas, se entregaban a los placeres de los hombres a cambio de  joyas, oro o ropa. Como nosotras éramos mujeres extranjeras estábamos expuestas a ser capturadas para tal fin, por eso debíamos estar continuamente acompañadas.
El camino hasta la casa del escultor se había tornado angustioso por todo lo que estaba viendo y oyendo, mi corazón estaba lleno de compasión por la gente de aquel lugar, que a pesar de ser famosa por su cultura e inteligencia no conocía al Dios verdadero ni los atractivos de las cosas celestiales. Al llegar nos recibió una mujer muy atenta que nos invitó a pasar a su casa y nos convidó con deliciosas frutas, mientras esperábamos a Hermas, “el escultor”, que estaba en su taller  trabajando. La mujer, llamada Junia, nos contó que conoció a Pavlos, cuando su esposo estuvo muy enfermo. En ese tiempo se corría el rumor de que había un judío en Cencrea que sanaba a los enfermos y se hospedaba en la casa de Febe. Junia mandó llamar a Pavlos quien acudió inmediatamente y sanó a aquel enfermo en el nombre de Yahshúa ha Mashiaj, nombre que hasta entonces no conocían. Estaban maravillados por la sabiduría con la que Shaúl les hablaba sobre el reino de Elohim, no dudaron un instante en aceptar la palabra y unirse al grupo de creyentes, no sólo porque había algo en sus corazones que les decía que ése era el camino correcto, sino también por la enfermedad de Hermas. Habían ofrecido sacrificios y ofrendas a todos los Dioses de Cencrea, pero no obtuvieron respuesta; el Elohim de Pavlos fue el único que escuchó sus plegarias y al cual a partir de ese momento honraron. Mientras Junia terminaba su relato apareció Hermas con el torno y preguntó para quién de nosotros era y yo le respondí que era para mí. Asombrado me preguntó si sabía usarlo y le conté que allá en Hispania era un oficio común y que yo lo había aprendido de mi abuela. Muy amable se ofreció a llevar las artesanías que hiciera al mercado del puerto, donde él tenía un puesto. Le agradecí muchísimo el favor y lo bendije por la ayuda que me estaba brindando. Esa tarde nos invitaron a cenar. Después de bendecir los alimentos Hermas ofició una oración de agradecimiento al Altísimo, como acostumbraba nombrar a Elohim, por habernos conocido y pidió protección para nuestra vuelta a casa debido a que a la noche salían los hombres embebidos en alcohol y las personas que eran asiduas a los lugares nocturnos, peligrosas en su mayoría. Nos despedimos de aquellas amables personas, que nos hicieron sentir como si fuéramos parte de su familia, después de todo, los que profesamos la misma Fe estamos unidos por el amor a un mismo Elohim y Él nos considera a todos sus hijos. Además, como sabrás,  no me cuesta para nada encariñarme con las personas, quizá por que no tuve hermanos y tampoco una familia muy afectiva. A la vez el amor a Yah1 te endulza el alma sensibilizándote, haciéndote mas amoroso y comprensivo con tu prójimo.
Emprendimos el camino de regreso a tu casa, Persis se agarraba fuertemente de mi brazo, estaba muy nerviosa por que las calles estaban muy oscuras y temía que algo nos sucediera, Rufo le dijo que no temiera por que estábamos bajo la protección de Elohim y además contábamos con su cuidado porque si bien no poseía grandes atributos físicos era muy valiente. Con tal comentario Persis emitió una carcajada, lo que le sirvió para relajarse.
Cuando pasábamos por una de esas casas donde se realizan actos inmorales con fines lucrativos, escuchamos los gritos de una mujer que era echada a la calle y estaba siendo golpeada por un hombre, que parecía ser presa del más grande odio. Me solté del brazo de Persis y corrí para socorrerla, por detrás me siguió Rufo gritándome que no lo hiciera. Cuando me acerqué pidiéndole al hombre que la soltara, me asestó un golpe en la cara que me hizo perder el equilibrio, en ese momento vi que Rufo se abalanzaba sobre él y con un palo le pegaba un golpe en la cabeza que lo desvaneció. Eso nos dio tiempo para ayudar a la mujer que estaba tendida en el suelo muy lastimada. Decidí que la lleváramos a tu casa, Febe, para curar sus heridas. Persis y Rufo me decían que era muy arriesgado y que recordara donde la habíamos encontrado, pero a mí no me importó y exhortándolos a que cambiaran de actitud, los insté a que me ayudaran a cargarla porque no podía caminar bien debido a los golpes de los que había sido víctima. Cuando llegamos la recosté  sobre mi cama y le limpié las heridas. Rufo, que vivía en una casa contigua, se despidió diciéndonos que acudiéramos a él si algo se complicaba.
La mujer estaba  profundamente dormida. Persis, muy asustada me pidió que orara con ella pedido al que accedí y, después de pedir protección a nuestro Padre Celestial e implorarle que sanara a esa pobre mujer por la que sentía una profunda compasión, dolorida por el golpe que recibí en mi rostro, me recosté en el piso sobre unas pieles al lado de la cama donde descansaba la mujer.
Después de una terrible noche, Persis entró en la habitación para despertarme. Era muy temprano pero debía levantarme porque tenía que hacer muchas cosas antes de que comenzara el Shabat2. La mujer que acababa de despertar, preguntó donde estaba, le conté todo lo que había pasado y no dejaba de agradecerme el no haberla abandonado por que es lo que se acostumbra hacer cuando les suceden ese tipo de cosas a mujeres como ella. La sociedad las consideraba algo muy sucio como para arriesgarse a ayudarlas. Le pregunté  su nombre, cómo se sentía y si tenía algún lugar adonde ir. Me dijo que se llamaba Victoria, me contó que la casa donde trabajaba era el único lugar donde podía ir, pero que ya no quería volver. Le dije que descansara porque se había quejado toda la noche del dolor, que yo velaría por ella hasta que se recuperara y después veríamos que podíamos hacer.
Persis seguía muy preocupada, pero le dije que confiara en Elohim. Él iba a hacer su voluntad sobre nosotras y sobre aquella mujer, que estaba muy sola y necesitaba de nuestra compañía para poder salir del problema en que se encontraba.
Me apresuré en conseguir lo que necesitaba para comenzar a trabajar. Rufo me avisó que los hermanos se reunían todos los Shabat en tu casa, que no me preocupara por nada porque cada uno llevaba lo necesario para compartir en la cena, algo que me agradó muchísimo saber.
Recuerdo que tenías en tu casa un cuarto con una amplia ventana que estaba desocupado. Te lo pedí antes de que te fueras, para poder trabajar allí, así que lo limpié y guarde mis cosas en ese lugar hasta que terminara el Shabat.
Persis me dijo que Victoria se había levantado, la fui a ver y la invité a participar del Shabat que estaba por comenzar. Con una expresión en su rostro de no entender lo que le estaba diciendo, me preguntó:
-     ¿Qué es eso del Shabat?
-      El Shabat – le dije yo – es el séptimo día de la semana, en el que se descansa de todas las labores, es un día Festivo que instituyó perpetuamente nuestro Padre Celestial para que estemos en comunión con El, agradeciéndole todas las cosas que nos brinda. Nosotros lo hacemos con cantos y alabanzas.
Aunque su expresión era de entusiasmo me di cuenta que seguía sin entender, así que le conté quien era Elohim y cuál era su nombre, por qué era necesario que se arrepintiera y me dijo:
-       No te preocupes Julia, lo que me pasó ayer fue suficiente para que me dé cuenta que la vida que llevo es terrible, tengo dolores en el cuerpo que quizás se vayan pero los que tengo en el alma solo un milagro los podrá quitar.
-       Seguramente, - le dije – yo creo en los milagros, pero en los que hace mi Padre Celestial, únicamente Él puede sanar un alma afligida, pero para que eso suceda, debemos mostrar un arrepentimiento sincero, humillarnos y aceptar el amor que Él esta dispuesto a darnos. Si seguimos sus caminos, estamos destinados a recibir la mayor recompensa que un ser humano puede esperar, la salvación eterna.
-          Entiendo. – Me dijo. Y con lágrimas en sus ojos me agradeció una vez más lo que hacía por ella. Le conté que si me hubiera conocido antes, tal vez. no hubiera tenido la misma actitud hacia ella, porque yo era una persona muy egoísta, y que el cambio lo había provocado el haber entendido el amor misericordioso que Elohim tiene por mí, debido a que nadie en este mundo se sacrificaría de la manera en que Él lo hizo entregando la vida de su Hijo para perdón de nuestros pecados. El agradecimiento se lo debía a YaHWéH en el nombre de Yahshúa ha Mashiaj quien dio la vida por ella y por todos.
Mientras seguía nuestra conversación entró Persis a la habitación para avisarnos que los hermanos estaban llegando. Le dije a Victoria que si no se sentía en condiciones no era necesario que estuviera en la sala donde estaríamos todos pero me dijo que se asearía y que participaría con mucho gusto de la celebración.
Fui a la sala a recibir a los hermanos. Los primeros en llegar fueron Rufo, Hermas y Junia, que nos ayudaron a preparar la mesa, luego llegaron Urbano y Apeles que habían venido conmigo desde Pozzuoli, y junto a ellos entraron a la casa más personas que yo no conocía pero que profesaban la misma Fe, mas tarde nos sentiríamos como si toda la vida hubiésemos estado juntos.
Referencias:

1. Yah.- (del hebreo) forma afectiva de usar el Santo Nombre de YaHWéH, en las Sagradas Escrituras suele encontrarse en los salmos con la letra J (“canten salmos a Jah” o “alaben a Jah”)
 2. Shabat.- Séptimo Día, Bendecido, declarado kadosh (santo), y también guardado por YAHWEH. Gen. 2:2-3 y Heb. 4:4,10, Dia de descanso. La iglesia Católica Apostólica Romana lo sustituyó por el domingo, "Sunday (domingo, Dies solis, del Calendario Católico Romano; día del sol, porque fue dedicado al sol), el primer día de la semana fue adoptado por los primeros cristianos (católicos) como día de adoración, siguiente: "Ninguna regulación para su observancia está expuesta en el "nuevo testamento", ni ciertamente, su observancia era prescrita." La observancia del domingo no es de las Escrituras, sino de la adoración astrológica del dios-Sol y reconoce al Papa como "dios" de este mundo, tal como él afirma. De la Enciclopedia of Religious Knowledge (Enciclopedia de Conocimiento Religioso), Vol. IV, Schaff, Funk & Wagnalls Company.

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